Oaxaca de mis amores

Oaxaca de mis amores

Guía íntima de la ciudad

Algunos nacemos por error en cualquier ciudad del mundo y pasamos la vida recorriendo lugares hasta llegar a Oaxaca. Esta es la guía del corazón de mi otra "ciudad natal"

Tiendo a desarrollar una relación casi personal con las ciudades. Si yo soñara una perfecta, seguro tendría mucho de Campeche en México o de Panjim en India. Y Xalapa es para mí tan arrogante como bella y henchida de misterio; hasta debo decir que he estado celosa de ella en más de una ocasión, pero eso es otra historia.
Hoy quiero hablar de Oaxaca, uno de los grandes amores de mi vida. La he recorrido de extremo a extremo deteniéndome en muchos de sus rincones y he pasado el examen minucioso de un amigo que nació allá: conozco lo imprescindible, lo necesario y un poco más, lista que incluye cosas que uno no pensaría ni mencionar en una guía turística.


Lo imprescindible

  • Además de comer nieve en la Plaza de la Soledad (sobre todo la de leche quemada y la de tejate) hay que caminar por los parques de la ciudad y ahuyentar al calor con una paleta de limón de leche en la paletería Popeye.
  • La mejor forma de probar una tlayuda es también la más simple: comer la gigantesca tortilla dorada con un asiento de frijol a mordiscos decididos y usando las manos sin cohibirse cada vez que sea necesario.
  • Escuchar la Sandunga o La Llorona tocadas en arpa mientras se come en el mercado un típico mole negro, que nunca es tan dulce y oscuro como en Oaxaca.
  • Entrar a una tienda de chocolate Mayordomo para oler el cacao recién molido y probar las diferentes variedades que se venden. Comprar es lo de menos, aunque la tentación sea casi irresistible.
  • Perder la noción del tiempo en los mercados de la ciudad. No importa si se visita el Juárez, el 20 de Noviembre o hasta la Central de Abasto. Cada uno es capaz por sí mismo de dejar una huella indeleble en sus sentidos.

Lo necesario

  • Pasar varias veces al día frente al ex Convento de Santo Domingo. Su cantera verde adquiere matices ligeramente distintos conforme pasa el sol sobre ella, y la lluvia la pinta de un verde intenso que va bien con el olor a tierra húmeda. Además, el edificio mismo es una belleza que dentro encierra múltiples bellezas: desde los collares de turquesa y oro encontrados en una tumba de Monte Albán hasta el Jardín etnobotánico o la biblioteca Fray Francisco de Burgoa que guarda increíbles bestiarios ilustrados con cientos de años de antigüedad.
  • Visitar el IAGO (Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca). No sólo porque a menudo se pueda ver ahí al pintor y mecenas Francisco Toledo –tan célebre como sencillo con sus ropas de manta–, sino porque su biblioteca que se extiende con mesas de lectura por los jardines es una delicia visual.
  • Viajar al pasado en el Museo de Arte Prehispánico Rufino Tamayo. Las piezas que se exponen son parte de la colección personal que el pintor donó a la gente de su tierra natal. Entre ellas se encuentran algunos de los ejemplos más notables que he visto del arte teotihuacano, o de las "caritas sonrientes" de Veracruz. Además, el museo constituye visita doblemente obligada porque permite crearse una visión panorámica del arte de diferentes pueblos y regiones de Mesoamérica.

Y un poco más…

Esta lista es sólo para quienes entienden Las ciudades invisibles de Italo Calvino. O para aquellos a quien el título mismo de "ciudad invisible" o "ciudad sutil" les echa a volar la imaginación.
  • Caminar por las calles al amanecer, sobre todo en verano, porque Oaxaca tiene una luz entre azul y blanca que sólo se puede captar antes de que el sol salga por completo.
  • Ir a la plaza principal de noche y apartar de vez en cuando la vista de la algarabía que reina en ella para mirar el cielo. Es la única forma de reconocer que Octavio Paz tenía razón cuando hablaba de la noche inmensa y verdinegra.
  • Ir a la Escuela de Bellas Artes de la UABJO (Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca) un viernes al atardecer. No sólo porque la luz es preciosa en ése lugar exacto de la ciudad, sino porque la salida de los estudiantes hace que el aire cambie de aroma y se pueble de risas y música. Ahí, a esa hora uno entiende que Oaxaca es una obra de arte; porque artistas la hicieron, la pueblan y la seguirán construyendo y reconstruyendo.
  • Y un secreto: compre gardenias o haga que se las regalen la primera noche que pase en la ciudad, y antes de dormir póngalas en agua. Cuando despierte con el cuarto perfumado, el embrujo será irremediable: nunca se olvidará de Oaxaca. Así me pasó.
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