El sueño del Sahara


De las cosas que nunca imagine hacer en mi vida, una fue dormir en el Sahara, el desierto mas desierto, el que da nombre al concepto. El camino de Marrakech al Sahara lo hicimos en un tour, subidos en un autobus con gente de los cinco continentes: tres chicas australianas, tres coreanos, un argentino, una argentina/coreana, una ecuatoriana, una japonesa, un tipo de Singapur; una pareja de canadienses y otra de marroquíes. En otra pequeña camioneta viajaban una pareja de londinenses y un grupo de cuatro italianas. La ruta basicamente fue seguir las faldas del monte Atlas y toparnos con los rios y su maravillosa vegeteación. Al atardecer del segundo día llegamos al último campamento antes del Sahara. Ahí subimos a los camellos y por una hora nos adentramos en el paisaje de dunas interminables pintadas de colores pastel por el sol que e escondía. Cenamos con nuestros guías, unos bereberes (son miembros de tribus nómadas que llevan a su ganado por el desierto del Sahara) que nos prepararon comida tradicional y nos armaron tiendas de campaña con alfombras de las que tejen las mujeres bereber. Nosotros, como muchos de los más jóvenes en el grupo, pasamos la noche entera en las dunas, jugando con la arena suave bajo la luz intensa de la luna llena. De noche y bajo la luz de la luna, el Sahara es increíblemente suave y amigable, no te puedes golpear con nada porque todo es arena, y los animales más "peligrosos" que vimos a nuestro alrededor fueron escarabajos del tamaño de la mitad del puño de la mano. La noche del desierto es súper silenciosa: no se escucha nada salvo el viento, y eso sólo si giras la cabeza en cierta dirección. Esa noche en el Sahara murió mi miedo al desierto algo de mi miedo al desierto, que tenía años alimentándose de mis recuerdos de infancia de Sonora y Arizona y las noticias de migrantes muertos tratando de cruzar la frontera.
Ya ven que eso de subir fotos no es lo mío... aquí trato de mantener el orden del recorrido, primero un río que atraviesa por las gargantas del monte Atlas, después el Atlas, verdadero coloso de la tierra africana que extiende sus redondeces iluminadas por el sol al cielo azul intenso... Fotos de gente berber. Un hombre en una tienda junto a la carretera, y Fátima, una mujer tejiendo. Luego las dunas y la sombra de mi camello, que por cierto, lloraba (a veces).

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