Como se podrán imaginar por lo que les he dicho, Essaouira es el sueño de un fotógrafo.
Todo, absolutamente todo, es tan hermoso y brillante (a veces al mismo tiempo que extraño y desolador) que venir aquí con una cámara equivale a querer tomar todo.
Pero como nada en la vida puede ser totalmente perfecto, en el viaje a Essaouira me enfermé varicela.
El asunto fue un sueño surrealista, porque pasé dos o tres días con una fiebre ligera pero sin ronchas, sin poder darme cuenta de qué era lo que me pasaba, alucinando con la ciudad luminosa, el couscous y vasitos de té de menta súper dulce.
Sumando a eso que Marruecos está lleno de farmacéuticos, enfermeras y médicos bien capacitados pero que en esta región sólo hablan árabe y francés, digamos que el diagnóstico no fue algo fácil.
Para no ahondar en la historia de la enfermedad, mejor les dejaré unas fotos. Creo que muchas de mis mejores imágenes del viaje las hice aquí, y aunque ahora no puedo subirlas, dejo este espacio para ellas.
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