Las paradojas de ser chilanga: a pesar de vivir en la ciudad más grande del mundo (o precisamente por eso) odio las metrópolis monstruo con el ruido, el caos y las multitudes que entrañan. Y sin embargo, creo que esas ciudades gigantes nos enredan en una relación de odio-amor de la que es difícil escapar: por un lado odias el tráfico, la suciedad y el hacinamiento, pero por otro lado no puedes irte porque en la gran metrópoli encuentras escuelas, empleos, transporte, centros culturales y un montón de cosas más que difícilmente hay en una ciudad más pequeña, más hecha a la media del ser humano y no de las cosas.
Para mí el contraste entre Panjim, en Goa, que es una ciudad caminable, limpia y hermosa; y Chennai, que es un vibrante y escandaloso amasijo de calles, motocicletas, camiones sin vidrios en las ventanas (el calor los hace innecesarios y hasta ridículos), polvo y mulitudes; fue insoportable.
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