Instrucciones para curar la calvicie

Sáquele brillo a sus mejores zapatos de charol hasta que pueda ver en ellos su calva reflejada con claridad. Abrillante su cabeza para que haga juego. Póngase luego una camisa limpia, con el cuello almidonado y botones de carey. Saque su mejor corbata de lazo, una de las finitas y anúdela alrededor de su cuello con elegancia, pero sin ahorcarse. Si aún tiene un poco de cabello, engomínelo y péinelo hacia atrás. Ahora que tiene la apariencia correcta, recuerde los poemas que de joven lo hicieron llorar. O con los que hacía a las muchachas llorar. O al menos aquellos que le aceleraban el pulso. Recuerde que la nostalgia traiciona al cuerpo frágil, así que tenga cuidado de no infartarse. Si no recuerda nada, busque en las librerías de viejo una antología de poesía con las hojas amarillentas y hojeéla hasta que estornude. Escriba en un papel dos o tres de los poemas y apréndalos de memoria. Si no puede leerlos o aprenderlos, haga que se los lean hasta que se le metan en el corazón y pueda inventarlos. Hecho esto, practique la voz de los locutores que escuchaba en la radio cuando era niño. Si cuando era niño no había radio, ubique su mente en los años veinte, o los cuarenta. Piense en aquellas bonitas radios de antaño que eran como un mueble. Rememore su sonido y practique ese timbre de voz. Ahora esta listo. Salga de su casa y suba al metro. Si no lo hay en su ciudad, simplemente camine por las calles del centro. Vaya de un vagón a otro, o de una esquina a otra según el caso, y recite los poemas con la espalda erguida. Por ningún motivo deje las manos extendidas mucho tiempo. Si alguien le ofrece una moneda, rechácela amablemente, y no ceda ante la insistencia de los necios condenados sin remedio a la alopecia. Busque la mirada de las muchachas mientras declama. Olvídese enseguida de las que desvían o bajan los ojos, y curve sus labios con ternura para quienes le sonrían indulgentes. Sea paciente, ninguna de ellas es la que usted busca. Espere hasta que una muchacha de manos finas lo tome del brazo. No se deje engañar por cualquiera; la joven correcta tendrá las manos leves como pájaros y la sonrisa clara. Sea paciente, pueden pasar un día, dos, o muchos hasta que ella llegue, pero cuando sienta su aroma cerca la reconocerá. Sígala hasta donde ella lo guíe, que normalmente será un cuarto oscuro, o en intensa penunmbra, donde lo desnudará despacio, empezando por el lacito de la corbata y después acariciando lento sus botones de carey mientras los desabrocha. No se impaciente. Permítale recor con sus dedos como alas todo su cuerpo hasta que el cuarto huela a flores y usted sienta plumas lloverle desde el techo. Mézcase lentamente, como si estuviera en un sueño, hasta que ella encienda la luz y las palomas de sus manos la liberen de su vestido, regando ropa por la habitación. Deje que el arrullo de palomas lo duerma lentamente. Entrecierre los ojos para que en el sueño la imagen de su cuerpo joven se funda con el recuerdo de la última mujer hermosa que usted haya amado. Ahora duerma. Una sonrisa plácida aparecerá en su rostro. Cabello recién nacido crecerá en sus sienes.

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