Marrakech, la fiesta que no termina


Al final si vine a Marruecos. Y digo al final porque para ser sincera, una parte de mi estaba temerosa de hacer otra vez el transito del primer mundo al tercer mundo, del occidente al mundo arabe. Marrakech fue la primera ciudad del recorrido. Su plaza principal es un jolgorio que no duerme; desde la manana hasta la madrugada encuentras en ella mendigos, encantadores de serpientes, musicos, vendedores de comida, mujeres que decoran las manos con tatuajes de henna, puestos de jugos, mesas de los cafes al aire libre... y por supuesto, muchisimos vendedores de pirateria, con puestos desde lo mas simple hasta la verdadera sofisticacion donde lo mismo encuentras unos lentes Gucci que unas babuchas tipo Mil y una noches. En fin, Marrakech vibra desde que el sol sale hasta mucho despues de que se pone.
La foto es la torre de una mezquita en Marrakech... desde ahí llaman por altavoces a la oración. A diferencia de en India, la entrada está prohibida a los no musulmanes, pero desde la calle se advierte la esplendidez de sus diseños y alfombras. La mezquita, efectiva imagen del paraíso.

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